¡Qué penica! ¡Cada vez quedan menos edificios antiguos en Almería! Todos recordamos en el corazón de Almería, en la calle Gran Capitán, el Convento de las Adoratrices, una joya arquitectónica que, tras más de un siglo de historia, ha sido condenada al olvido. Su demolición, anunciada como parte de un proceso urbanístico, ha generado una ola de indignación entre los vecinos que ven cómo su patrimonio se desvanece ante sus ojos.

El convento, inaugurado en 1920 y diseñado por el arquitecto Enrique López Rull, fue un refugio para las religiosas y un centro educativo para jóvenes en situación de riesgo. Su arquitectura, de estilo ecléctico, y su ubicación estratégica en la ladera del cerro de San Cristóbal, le daba una singularidad que lo hacía único en la ciudad. Sin embargo, su valor histórico y cultural no ha sido suficiente para evitar su destrucción.

La Congregación de las Adoratrices, ante la disminución de su comunidad y la falta de recursos, decidió ceder parte de sus instalaciones al Ayuntamiento de Almería. El acuerdo, aprobado por unanimidad en el Pleno del Ayuntamiento, contemplaba la cesión de 1.286 metros cuadrados del convento, incluyendo la capilla y la primera crujía de la fachada principal, para su uso como equipamiento social.

Sin embargo, el resto del edificio, que ocupaba una superficie total de 13.554 metros cuadrados, ha sido calificado como suelo urbano no consolidado de uso residencial en el nuevo Plan General de Ordenación Urbanística (PGOU). Esto quiere decir que es posible su venta a promotores inmobiliarios, los cuales ya han iniciado los trámites para su demolición y posterior construcción de viviendas.
La noticia ha causado consternación entre los vecinos del barrio y los defensores del patrimonio, que consideran que la desaparición del convento supone una pérdida irreparable para la identidad de Almería. La demolición del Convento de las Adoratrices no es un hecho aislado. A lo largo de la historia de Almería, han sido numerosos los edificios religiosos que han desaparecido sin que se haya hecho nada por preservarlos. La falta de protección urbanística y la presión del mercado inmobiliario han sido factores determinantes en este proceso de despojo del patrimonio.

En este contexto, surge la pregunta: ¿hasta cuándo permitiremos que nuestra historia sea borrada en nombre del progreso? La demolición del convento es un síntoma de una enfermedad más profunda: la indiferencia hacia nuestro legado cultural. Es necesario un cambio de mentalidad que valore y proteja lo que nos define como comunidad.

¡El adiós al Convento de las Adoratrices es, en realidad, un grito de auxilio! Un recordatorio de que, si no actuamos, pronto no quedará nada que recordar.