Este fin de semana ha sido intensito, comenzando el miércoles del 30 de abril y finalizando el domingo 4 al mediodía. Almería se convierte en un festival de luz, color, sevillanas y flamenquito y ese arroz o esas migas ¡Que no sabes si estás en la calle o en casa de tu abuela!
Empiezo mi ruta en el Mirador de la Rambla, que más que mirador parecía el “punto de encuentro de todo Instagram”. Allí estaba la cruz que compartían varias Hermandades (Los Ángeles, Encuentro, Pasión, Caridad y Rosario del Mar), con sus flores, velitas, y mucho arte… y lo más importante ¡Su barra! ¡Porque sin ambigú no hay devoción! Dos cañas aquí, otras dos en la de enfrente, varias tapicas y ¡Ya estaba aquello bendecido!

Después me dejé caer por la Plaza Bendicho, donde la Hermandad del Prendimiento lo tenía montado como si fueran a grabar Sevillanas de Brooklyn 2. Ambiente fino, gente guapa, y un DJ con peineta que pinchaba rumbas modernas que ni Rosalía las baila así. Me hice foto con la cruz y otra con un grupito de señoras que me dijeron que me seguían desde 2019 ¡Leyendas!

También me pasé por las de la Soledad y la Cena que la hacen conjuntamente en la Casa Hermandad de la Cena. ¡Aquello parecía un desfile! Cerveza fría, montaditos de lomo y ese olorcito a jazmín mezclado con brasa de choricillos. Vamos, una experiencia multisensorial. Y allí andaba yo, postureando con la copa en una mano y el móvil en la otra como manda la tradición.

La ruta siguió por la UNED, donde los Estudiantes no estaban estudiando, precisamente… ¡Aquello era un fiestón serio! Con farolillos, buena música y ¡Un ambiente tan universitario que me dieron ganas de matricularme otra vez! Me ofrecieron una “rosquilla bendita” y no supe decir que no. ¡Error! ¡Me comí 6!

Pero ojo, que no todo es fiesta: también hay arte. Este año participaron 14 cruces y 3 mayas, y algunas eran verdaderas joyas. Las de las asociaciones vecinales, como la de Villa Carmen o la de Paraje Guillén, eran puro amor de barrio. Lo que hacen con cuatro claveles, dos tablas y un montón de ilusión es de museo. Por supuesto, había concurso y premios, pero todos sabemos que el verdadero premio es la sonrisa del camarero cuando te pone la cuarta ronda con aceitunas “por la cara”.

Así que sí, otro año más, Almería ha sacado sus mejor galas, su mejor rebujito y su mejor versión. Y yo, como siempre, en primera fila, con mi copa en mano, el estómago lleno y el alma más almeriense que nunca. ¡El año que viene más y mejor! ¡Y hasta que el cuerpo aguante!